La historia del Gaucho Arenas y cómo San Carlos llegó a ser la “Capital de la Tradición” 

Esta es una de esas historia que se debería contar en las escuelas de la zona, junto a muchas otras que se van perdiendo. Esperamos que les guste, y que juntos, recuperemos otras historias, otras vidas, que a veces solo se mantienen en los recuerdos y las voces, pero que necesitan ser escritas. 

SAN CARLOS, CAPITAL DE LA TRADICIÓN

Un 10 de noviembre de 1973, el Gaucho Arenas declaraba a San Carlos, “Capital de la Tradición”.

Una caravana de diligencias y jinetes a caballo partió desde la ciudad de Mendoza, más precisamente desde la calle San Martín, frente a la Secretaría de Turismo, con rumbo a la Villa Cabecera de San Carlos. En el pueblo se los esperaba con un gran recibimiento, un enorme fiesta criolla, con espectáculos artísticos incluidos. 

Durante el viaje, en la Cruz Negra, se organizó la primera Misa Criolla, a cargo del párroco Pérez Burgoa. Allí también hubo un bautismo: el de María Eva Bustamente, y el padrino fue el “Gaucho”.

Así se declaró “popularmente” a San Carlos, como la “Capital de la Tradición”. Tiempo más tarde, llegaría la declaración formal. 

El Gaucho Arenas junto a Don Molina, abanderado de los Carruseles de la Vendimia, frente al Pasaje San Martín, en ciudad de Mendoza (foto gentileza Gustavo Arenas)

Antonio Rubo Arenas, popularmente conocido como el Gaucho Arenas, fue un sancarlino, nacido en Chilecito, el 12 de mayo de 1933. Reconocido en muchos ámbitos y lugares, sobre todo, por su amor a su tierra, a las raíces gauchas, a los valores de la familia y la amistad, por su pasión futbolera, su amor al teatro, a las letras y al periodismo, entre muchos otros saberes y quehaceres. Pero sobre todo fue reconocido como “un hombre bueno”, como bien lo describió su amigo Víctor Legrotaglie: “fue un hombre bueno, de un gran corazón, que nunca hizo el mal a nadie, lleno de simpatía, de ingenio y de ternura; un ser humano muy noble que era inmensamente feliz y que también hacía feliz al prójimo”.

(Agradecemos la info provista por Gustavo Arenas, hijo del Gaucho Arenas)

ANTONIO RUBO ARENAS, UN GAUCHO QUE REGALABA FELICIDAD (nota publicada en Diario Los Andes)

Antonio Rubo Arenas, popularmente conocido como el Gaucho Arenas, se convirtió en un singular y simpático personaje de las canchas mendocinas en las décadas de los 60 y 70, cuando acompañaba a su querido Gimnasia y Esgrima en los torneos locales y los Nacionales, de modo especial entre 1966 y 1977, cuando viajó a Catamarca, Tucumán y Córdoba.

Se lo recuerda por su permanente buen humor, su excelente estado de ánimo, su agradable sonrisa, su desbordante felicidad, su contagiante optimismo y su permanente ingenio y creatividad. Siempre con sus ropas y atuendos tan típicos y tradicionales, porque vestía de gaucho, con sus anchas bombachas, su habitual camisa negra arremangada, pañuelo blanco al cuello, sombrero redondo, cinturón de plata, oscuras botas y encanecida y profusa barba.

De ese modo, como muy bien recuerda uno de sus hijos, Antonio Rolando, hacía honor a sus orígenes y a sus raíces de campo y de tierra adentro, como buen sancarlino, porque había nacido el 12 de mayo de 1933 en Chilecito, rincón del que hablaba con respeto, admiración y orgullo.

Además de su pasión y amor por el fútbol, también fue periodista y escritor, editor de publicaciones varias, actor de radioteatro, agente de seguros, padre de familia y buen y leal amigo.

Casado con Teresa Giannone, actriz de la época a la que conoció cuando hacía radioteatro, tuvo 4 hijos varones: Antonio Rubo, Antonio Rolando, Antonio Gustavo y Antonio Martín. Su hijo también evoca que el padre de su bisabuela materna, Cruz Lorca, fue “chasqui” del General San Martín y condecorado en 1880.

Gaucho noble

Fue un gaucho noble, de gran inventiva, motivador y creativo. En los 60 fue el precursor de los ranchos de comidas típicas, donde servía personalmente con su virtud de gran asador a las llamas; participaba de los carruseles de la Vendimia, a los que invitaba a sus amigos de los Centros Tradicionalistas del Valle de Uco, donde se presentaba con llamativos carruajes como una antigua diligencia y en los que teatralizaba imágenes del Martín Fierro; fundador en los años 50 de la Peña Folclórica “El Chingolo”, de Guaymallén, donde compartía largas noches de tonadas con su amigo Hilario Cuadros; relator de cuentos breves y relatos que narraba por radio bajo el seudónimo de “Martín Arenas”; organizador, junto a Víctor Legrotaglie, de los certámenes de papi-fútbol que se disputaban durante el receso del verano en las instalaciones del Club Agua y Energía; animador de fiestas familiares e infantiles como muy buen cuentista y recitador; responsable de la construcción del refugio “La Cruz”, en el Manzano Histórico de Tunuyán por pedido de su amigo el reverendo Miguel Dagoberto Pérez Burgoa y organizador de cabalgatas anuales a la Cruz Negra.

Además del llamado Pesebre Viviente que en la celebración cristiana de la Noche Buena, Navidad y Reyes instaló durante varios años (1966. 1972 y 1973) al frente de su vivienda, en la calle Paso de los Andes de ciudad, a metros del Zanjón Frías, donde tenía un hermoso y colorido jardín ornamentado con pequeños enanitos, donde hacía funcionar una cascada de agua natural.

Junto a las figuras religiosas de yeso pastoreaban animales vivos como cabras y ovejas y donde alguna vez también metió un burro y una vaca. El pesebre despertaba tanta curiosidad y atracción que era visitado por familias enteras, atraídas por tanta belleza y ternura.

Sin olvidar que para el Día de la Tradición, cada 10 de noviembre, ornamentaba los patios de las escuelas e intervenía en actos alusivos, siempre con su espíritu desbordante de alegría.

Su hijo Antonio Rolando, que heredó de su padre el interés por el fútbol (es simpatizante de Independiente Rivadavia, mientras el papá lo era de Gimnasia y San Lorenzo y repetía de memoria las formaciones del Ciclón) y el amor por las letras, es autor del libro Interrogantes, publicado por la Editorial Dunken, de Buenos Aires, en marzo de 1999, enumera algunos de los trabajos periodísticos deportivos de su padre: “Bodas de Oro Azul: 1913-1963”, “Las Hazañas de Juan Gálvez” (1963), “Club Sportivo Pareditas, Campeón 1964”, Club Sportivo Chilecito Campeón 1966” -ambos de la Liga Sancarlina-, “Por un Nuevo y Pujante Gimnasia”, publicación en apoyo de la candidatura a presidente de Aarón Milstein, en 1967; Revista Alerta, entre 1973 a 1976.

Antonio Rubo Arenas, el Gaucho de la Sana Alegría, murió en Mendoza el 2 de noviembre de 2000 y, al decir de su gran amigo, Víctor Legrotaglie, “fue un hombre bueno, de un gran corazón, que nunca hizo el mal a nadie, lleno de simpatía, de ingenio y de ternura; un ser humano muy noble que era inmensamente feliz y que también hacía feliz al prójimo”.