“God save the Semana Estudiantil”: una crítica por el poco acompañamiento a los jóvenes en los festejos estudiantiles

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Por Juan Jofre

Parece que los adultos de este tiempo hemos dejado a la juventud sancarlina a la buena de Dios. Los hemos dejado muy solos.

Empiezo por hacerme cargo como generación adulta.

Y empezaré por casa: la docencia.

Muy poco acompañamiento de docentes, y una ausencia notable de directivos.

También hay responsabilidades y fallas del municipio y de la DGE.

O los adultos nos comportamos como tales y nos hacemos cargo de la parte que nos toca, o la Semana Estudiantil desaparecerá, y lo que es peor, nuestra juventud estará cada vez más sola.

La Semana Estudiantil es un fenómeno histórico y cultural, único en todo el país. Los tres Departamentos del Valle de Uco mantienen esa tradición como momento festivo, de encuentro, de expresión, donde los adultos ayudamos a los jóvenes a generar momentos y espacios de deporte, cultura y recreación, celebrando la vida, como un ritual que se transmite de generación en generación.

Pero año a año parece que el mensaje es cada vez más débil y silencioso. Me da la sensación que los adultos nos estamos dejando ganar por los signos de los tiempos, y terminamos comprando el mensaje desalentador de que los jóvenes son difíciles, peligrosos, y que ya no se puede poner las manos en el fuego por ellos.

La juventud nos ve, nos escucha, comprende el mensaje, y cae también bajo esa maldita mirada impuesta, creyéndose el discurso de que “están perdidos”.

Comprendo a la perfección todas las dificultades que tiene la docencia: sobrepasados de tarea y mal pagos. Eso desalienta a cualquiera. Pero esas condiciones no pueden ni deben apagar la llama sagrada del amor por nuestros pibes, que debe ser siempre el motor de la docencia, y mucho más en secundaria.

¿Para qué eligen la docencia si no quieren a los jóvenes? ¿Si no tienen esperanza en esa juventud? Me cuesta compartir el desánimo de algunos colegas.

Y que a nadie se le ocurra correrme con la lucha, porque desde que tengo uso de razón participo y formo parte de las luchas, pero también peleo por la conciencia de amor que debe tener nuestra tarea.

Comprendo y vivo cotidianamente las dificultades de trabajar con jóvenes. Esta etapa de la vida nunca ha sido fácil, y es costoso trabajar y sostener la paciencia. Pero también es maravillosa en sus momentos de creación y crecimiento.

Las familias otro tanto. Muy pocas madres y padres acompañando a los jóvenes, como si no fuese una tarea propia, como si les tocara a otros hacerse cargo de los jóvenes.  También son tiempos difíciles, pero nada debería impedirnos que en alguna de las actividades acompañemos como familia, y les transmitamos ese mensaje de “me importas, acá estoy”.

La DGE ausente totalmente, como si los jóvenes no fueran su responsabilidad. No acompaña a las escuelas, no genera políticas para potenciar el deporte o la cultura, y hasta desfinancia y achica las instancias de participación que solían tener los estudiantes de secundaria.

El municipio, un cambalache. Se escuda en que los Directivos no acompañan o en que los chicos no quieren participar. No los convocan con tiempo, no les enseñan a debatir y proyectar, como si el Gobierno Municipal tampoco tuviera nada que ver en la formación de los jóvenes.

Hay algunas políticas deportivas claras, donde el vóley y el básquet parecen solo practicarse en La Consulta, y eso después se nota en los partidos. La escuela en la que trabajo, tiene una política deportiva, pero además chicos y chicas juegan en los equipos municipales, teniendo más de 10 horas de práctica del deporte por semana. Se enfrentan a escuelas que con suerte tienen 1 hora semanal.

Esto termina matando las ganas de participar de todos.

El handball tiene desarrollo en la Villa Cabecera y Eugenio Bustos y ocurre algo similar: los colegios cuyos estudiantes viven en esos distritos compiten contra otros estudiantes que no juegan ningún otro partido al año.

Las desigualdades se multiplican, y los chicos en vez de disfrutar, sufren. Los que ganan, porque ganan por mucho y no saben si es correcto jugar a su máximo potencial o aflojar, porque la línea de lo correcto es difusa ahí.

Los que pierden porque se les viene encima todo el peso de las injusticias.

Sé que estoy escribiendo un poco enojado y sé también que seguramente estoy cometiendo injusticias en generalizar, pero realmente me preocupa que los adultos estemos abandonando la tarea de educar, y desaprovechando la mejor oportunidad que tenemos para acercarnos a nuestros jóvenes, escucharlos y construir con ellos: la semana estudiantil.

Sé que algunos dirán que los jóvenes de hoy no les interesa nada, que no se movilizan, que solo les interesa el teléfono y otras cosas parecidas.

Yo no puedo dejar de preguntarme ¿Qué otras cosas les estamos ofreciendo? ¿No será que su excesivo tiempo con el teléfono nos resultará cómodo a los adultos? ¿Cuánto tiempo le dedicamos a escucharlos y elaborar juntos actividades que les interesen? ¿Cuánta paciencia les tenemos en sus equivocaciones?

La Municipalidad culpa a directivos y docentes. Éstos a las familias y a la DGE. Éstos últimos a la municipalidad. El círculo de las culpas es vergonzoso y en el medio nuestros jóvenes ven que los adultos no nos hacemos cargo, porque no sabemos, o no queremos, o no nos animamos… y para colmo, siempre les terminamos echando la culpa a ellos.

Don Bosco, que dedicó su vida a trabajar con jóvenes, solía decir que “no hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos, y alguien tiene que decírselos”.

Estoy convencido que hay que armar políticas públicas desde el municipio que permitan la participación constante, sostenida y promovida, donde los jóvenes sean escuchados.

Más convencido aún de que la DGE con algunas horas y programas puede acompañar a la adolescencia y a los docentes y directivos que se comprometan, sin dejarlos abandonados.

Re contra convencido que cada escuela, desde su cabeza, tiene posibilidades de crear espacios durante todo el año, para escuchar a los jóvenes y para que desarrollen deportes y actividades culturales.

Y de lo que más convencido estoy, es de que cada profe podemos desde nuestro pequeño lugar, acompañar sin juzgar, y brindar espacios para que los jóvenes conozcan el mundo y crezcan en ambientes de confianza y cariño.

No habrá Dios que salve a ninguna reina y no habrá un milagro que salve a nuestra juventud, salvo que lo construyamos juntos y empecemos pronto.

4 respuestas

  1. Comparto lo que dice. Los sanos espacios culturales deben protegerse de forma sagrada. Es una tarea que convoca al diálogo interinstitucional y todos los actores llegar a acuerdos. Está pasando que los jóvenes no pueden ponerse de acuerdo en nada, pero se enseña a construir acuerdos. Se enseña con el ejemplo.

  2. Excelente nota, siento dolor por no organizar prioridades como docente… Estamos tan enfocados en dar lo mejor académicamente (que tiene que suceder, desde luego) que nos olvidamos de acompañar, compartir y de alguna manera contener. Tu nota Juani, es una llamada de atención para cambiar la actitud. Gracias.

  3. Muy de acuerdo con tu punto de vista Juani, hay mucho talento en los adolescentes -jóvenes y es necesario que quienes puedan apoyarlos lo hagan, “celebro a los que si se toman ese tiempo”

  4. Creó qué todo está lamentablemente opacado por lo mismo…por la mala economía…y todo termina en la pobreza que hay. Convengamos que nunca hemos tenido tanto stress,tanto trabajo y sueldos tan bajos. Acompañado de una mediocridad tecnológica y la falta de cariño al prójimo. Hasta que no mejore la economía y la educación sea prioridad para los gobiernos, nada va ha cambiar.

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