La guerra de Ucrania entra en una nueva fase

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La adhesión de Suecia a la OTAN, el rearme de la UE y la sugerencia de enviar tropas europeas a territorio ucraniano marcan un hito en la guerra y disparan la tensión con Rusia.

Rusia y Occidente mueven sus piezas en el tablero bélico de Ucrania para una larga confrontación que consolida la nueva Guerra Fría entre los dos contendientes, sin excluir un eventual choque armado y directo sobre suelo ucraniano.

La entrada de Suecia en la OTAN esta semana, después de que recientemente lo hiciera Finlandia, el nuevo plan de defensa europea que apuesta abiertamente por la carrera armamentística y la propuesta francesa de desplegar tropas occidentales en Ucrania, que poco a poco gana adeptos, marcan la nueva realidad militarista de Europa y complican mucho los intentos, como el que acaba de plantear Turquía, de abrir una mesa de negociaciones antes de que sea demasiado tarde.

La Unión Europea, hasta ahora un proyecto de paulatina integración política, económica, social, cultural y de derechos compartidos, ha aprovechado un momento crítico, la guerra de Ucrania, para hacer del componente militar el principal pilar de cohesión de los Veintisiete.

El primer pretexto lo ofrecieron la invasión rusa de Ucrania y el decidido apoyo a este país, con dinero y armas. Ahora, ya no hay medias tintas y la apuesta es por una Europa fuerte militarmente, que supedite incluso la economía a la defensa, y con el peligro ruso como elemento cohesionador.

La Europa de los misiles se impone a la Europa social

La preeminencia de halcones de la derecha más recalcitrante al frente del timón europeo, como la actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, facilita esta transición hacia la Europa de los misiles y la economía de guerra. Esta semana, Von der Leyen propuso destinar 1.500 millones de euros del presupuesto de la UE durante el periodo 2025-2027 para convertir la industria militar europea en uno de los motores de la nueva Europa con su propia personalidad en materia de seguridad.

Esta visión cuenta con el respaldo de la mayor parte de los socios, que no ven mal que la fabricación de armas abandere la política y la economía europeas. Han visto los pingües beneficios que las empresas armamentísticas estadounidenses han obtenido en Irak y ahora en Ucrania, y no quieren quedarse atrás.

Uno de los objetivos es que, para 2030, el 50% de las compras de armas de la UE sea a fabricantes europeos y que el 40% de las compras puedan ser conjuntas. Para el año 2035, el 60% del armamento debería ser ya europeo. El equipo de Von der Leyen considera que la industria europea de defensa podría alcanzar pronto a la estadounidense, que gracias a la guerra de Ucrania ha visto cómo los clientes europeos acaparaban el 63% de sus ventas de armas.

Una senda que pasa por la economía de guerra

La hoja de ruta de la militarización europea pasa por la llamada Estrategia Industrial Europea de Defensa (EDIS) y el Programa Europeo Industrial de Defensa (EDIP), claves del nuevo plan estratégico que se está pergeñando en Bruselas en un momento que debería ser poco propicio, dados los reveses ucranianos ante Rusia. Sin embargo, adquiere todo su sentido cuando se entiende que la guerra fue, precisamente, solo un pretexto para la carrera de armamento.

Además de hacer partícipes de este rearme a las grandes empresas europeas del sector, se promueve que las pymes puedan también beneficiarse. Este espaldarazo al militarismo se completa con la posibilidad de que la Comisión Europea pueda declarar el estado de crisis en caso de que se necesite potenciar esa producción militar por algún riesgo o razón determinada. De facto, esta es la economía de guerra defendida por la conservadora Von der Leyen y admitida incluso por los gobiernos de izquierda europeos.

Tras reunirse esta semana con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, el presidente Recep Tayyip Erdogan propuso organizar en Turquía una conferencia de paz para preparar una mesa de negociaciones entre Moscú y Kiev.

El Gobierno de Ankara ya tiene la experiencia de haber intermediado entre rusos y ucranianos en los primeros meses de la guerra, aunque ese diálogo fue frustrado por Reino Unido y Estados Unidos. Turquía también ayudó a concretar en julio pasado un acuerdo con Moscú para exportar el cereal ucraniano por el mar Negro.

La propuesta turca no tiene en estos momentos muchas posibilidades de prosperar. Sin embargo, dada la capacidad de Erdogan para moverse entre los rusos y los ucranianos sin ofender ni a unos ni a otros, posiblemente sea ésta la apuesta de paz más pragmática desde el principio de la guerra, al menos sin la ambigüedad de otras propuestas, como la del presidente chino, Xi Jinping.

Fuente: Página 12

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